El día que París desterró a su poeta más rebelde, François Villon

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El 5 de enero de 1463, François Villon, el poeta más controvertido del siglo XV, cuya vida turbulenta marcada por el crimen, el escándalo y la marginalidad, lo convirtió en una figura legendaria de la literatura medieval, fue condenado al destierro por diez años por el Parlamento de París. Su legado literario perdura como testimonio de una voz rebelde que desafió las normas de su tiempo. Descubre los motivos judiciales, el contexto social y el impacto literario de su expulsión.

Por: Carlos Ali Rodriguez | Publicado: 08 Ago 2025

El destierro de François Villon en 1463: París silencia a su poeta maldito

Un poeta entre la gloria y el crimen

François Villon, nacido como François de Montcorbier o François des Loges en París alrededor de 1431, fue más que un poeta: fue un símbolo de la contradicción medieval. Educado en la Sorbona y titulado magíster en Artes a los 21 años, su talento literario convivía con una vida marcada por el crimen, el escándalo y la marginalidad. Su obra, profundamente lírica y crítica, lo convirtió en el precursor de la “poesía maldita”, una corriente que siglos después influiría en autores como Baudelaire y Rimbaud.

Pero su genio no lo salvó de la justicia. El 5 de enero de 1463, Villon fue condenado al destierro por el Parlamento de París, una sentencia que lo obligó a abandonar la ciudad que había sido su hogar, su musa y su campo de batalla.

El juicio que lo expulsó de París

La condena no fue repentina. Villon había acumulado una larga lista de delitos: desde el asesinato de un sacerdote en 1455, hasta su participación en el robo del Colegio de Navarra en 1456 junto a la banda de los “Coquillards”. Aunque había sido amnistiado en varias ocasiones, su reincidencia lo convirtió en un blanco fácil para las autoridades.

En 1462, fue arrestado nuevamente tras una pelea callejera. Esta vez, la justicia fue más severa. Inicialmente condenado a la horca, Villon apeló la sentencia. El Parlamento revisó el caso y, en lugar de ejecutarlo, decidió desterrarlo de París por diez años. La decisión fue anunciada oficialmente el 5 de enero de 1463, marcando el fin de su vida pública en la capital francesa.

Según el portal DayHist.com, el destierro fue considerado una “muerte social”, especialmente para un poeta cuya obra estaba profundamente ligada al paisaje urbano y cultural de París.

París: musa y verdugo

La ciudad de París fue tanto el escenario como el personaje principal en la vida de Villon. Sus poemas están impregnados de referencias al Barrio Latino, a las tabernas, a las prostitutas, a los estudiantes y a los mendigos. Su obra maestra, Le Testament, escrita en 1461, anticipa el dolor de la separación y la nostalgia por una ciudad que lo inspiraba y lo condenaba al mismo tiempo.

En sus versos, Villon retrata una ciudad viva, contradictoria, cruel y hermosa. El destierro lo privó no solo de su hogar físico, sino de su fuente creativa. Como señala la enciclopedia Wikipedia, tras la sentencia, se pierde completamente el rastro del poeta. No se sabe dónde vivió ni cómo murió, lo que ha alimentado la leyenda de su figura.

El impacto del exilio en su obra

Aunque no se conservan textos escritos por Villon después de su destierro, su legado literario quedó sellado en los años previos. Le Testament y Le Lais son dos obras que condensan su visión del mundo: una mezcla de humor negro, crítica social, melancolía y sabiduría callejera.

En ellas, Villon reflexiona sobre la muerte, la pobreza, el amor perdido y la corrupción. Su estilo, lleno de juegos de palabras, antífrasis y referencias culturales, lo convierte en uno de los poetas más complejos del siglo XV. Como escribió José de la Colina en Letras Libres, Villon fue “el acaso primero de los poetas mayores de la lengua francesa”, y su voz sigue resonando en la literatura moderna.

Una figura que desafió su época

Villon no encajaba en los moldes de su tiempo. Era culto, pero vivía como un vagabundo. Era poeta, pero también criminal. Su vida fue una constante tensión entre el arte y la ley, entre la inspiración y la desesperación. El destierro fue, en cierto modo, el castigo final de una sociedad que no supo qué hacer con un genio incómodo.

La decisión del Parlamento de París, aunque aparentemente misericordiosa al evitar la horca, fue una forma de silenciarlo. Expulsarlo de la ciudad era negarle el derecho a existir como poeta. Y sin embargo, su obra sobrevivió. En 1489, Le Testament fue publicado y tuvo más de treinta ediciones hasta mediados del siglo XVI, consolidando su lugar en la historia de la literatura francesa.

El legado de un poeta maldito

François Villon desapareció tras su destierro. No hay registros de su muerte ni de su vida posterior. Pero su obra quedó como testimonio de una época convulsa, de una voz que se atrevió a cantar desde los márgenes. Su condena el 5 de enero de 1463 no fue el fin, sino el inicio de una leyenda.

Como escribió Léo Ferré en 1959 en su canción La poésie fout l’camp, Villon!: “La poesía se va, Villon”, lamentando la pérdida de una voz auténtica en tiempos de conformismo. Villon, el poeta que vivió entre la daga y el verso, sigue siendo un símbolo de resistencia, de arte en estado puro, y de la eterna lucha entre el alma y la sociedad.

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