El 24 de julio de 1148, los ejércitos cruzados liderados por Conrado III del Sacro Imperio Romano Germánico y Luis VII de Francia iniciaron el asedio de Damasco, una de las ciudades más estratégicas del mundo islámico. Este evento, parte de la Segunda Cruzada, terminó en un fracaso rotundo para los cristianos y marcó el declive de su influencia en Tierra Santa. Descubre cómo se desarrolló esta batalla, qué errores cometieron los cruzados y por qué Damasco resistió con éxito el ataque europeo.
El Asedio de Damasco: Cómo la Segunda Cruzada Colapsó en 1148
El día que los cruzados perdieron Oriente
El 24 de julio de 1148, no en 1149 como a veces se cita erróneamente, comenzó uno de los episodios más desastrosos de las cruzadas medievales: el asedio de Damasco.
Conrado III del Sacro Imperio Romano Germánico y Luis VII de Francia, junto con Balduino III de Jerusalén, lideraron una ofensiva que pretendía capturar una de las ciudades más estratégicas del mundo islámico. Lo que comenzó como una promesa de gloria terminó en una retirada humillante que selló el fracaso de la Segunda Cruzada.
De Edesa a Damasco: Un cambio de objetivo fatal
La Segunda Cruzada fue convocada por el Papa Eugenio III en 1145, tras la caída del condado de Edesa en manos de Zengi, atabeg de Mosul. Bernardo de Claraval, figura clave en la predicación de la cruzada, movilizó a miles de europeos con promesas de indulgencia y redención. Sin embargo, tras derrotas en Anatolia y tensiones con el Imperio bizantino, los cruzados se reagruparon en Jerusalén.
En el Concilio de Acre, celebrado el 24 de junio de 1148, se decidió cambiar el objetivo original —Edesa— por Damasco, ciudad gobernada por Mu’in ad-Din Unur. Esta decisión fue influenciada por los intereses del rey Balduino III y los caballeros templarios, quienes veían en Damasco una amenaza cercana y una oportunidad de expansión territorial.
El asedio, división interna y colapso militar
El asedio comenzó desde el oeste, en los fértiles huertos de Ghouta, que ofrecían agua y alimentos a las tropas cristianas. Los cruzados lograron acercarse a las murallas, pero el 27 de julio decidieron cambiar de posición hacia el este, buscando una zona menos fortificada. Este movimiento fue un error táctico fatal: el terreno era árido, escaso en recursos, y permitió que Nur al-Din, hijo de Zengi, llegara con refuerzos y cortara la ruta de retirada3.
Las disputas entre los líderes cristianos sobre quién gobernaría Damasco en caso de victoria, sumadas a la presión militar musulmana, provocaron el colapso del asedio.
El 28 de julio, los cruzados se retiraron a Jerusalén, derrotados y desmoralizados. Christopher Tyerman, en God’s War: A New History of the Crusades, describe el evento como “una vergüenza estratégica” que “destruyó la credibilidad militar de los reyes europeos en Oriente”.
El impacto político y religioso del fracaso
El fracaso en Damasco no solo significó el fin de la Segunda Cruzada, sino que permitió a Nur al-Din tomar la ciudad en 1154, unificando Siria bajo la dinastía Zengí. Esta consolidación del poder islámico fue clave para la posterior toma de Jerusalén en 1187 por Saladino, durante la Tercera Cruzada.
Hunt Janin, en Four Paths to Jerusalem, señala que el fracaso en Damasco “fortaleció la unidad musulmana” y “preparó el terreno para la futura ofensiva de Saladino”.
Participación y cifras del evento
El ejército cruzado estaba compuesto por fuerzas del Reino de Jerusalén, templarios, hospitalarios, tropas del Sacro Imperio Romano Germánico, Suabia, Francia y Flandes. Se estima que participaron cerca de 50.000 soldados cristianos, aunque las cifras exactas son inciertas.
Entre los comandantes destacaron Balduino III de Jerusalén, Conrado III de Alemania, Luis VII de Francia y Teodorico de Alsacia. Del lado musulmán, Mu’in ad-Din Unur y Nur al-Din lideraron la defensa con éxito.
Damasco: símbolo de resistencia y unidad islámica
La ciudad de Damasco, con sus murallas bien fortificadas y su sistema de abastecimiento, demostró ser un bastión impenetrable. La defensa coordinada entre los buridas y los zengíes fue clave para repeler el ataque cruzado. Como escribió Iván Montes en Dayhist.com, “las puertas de Damasco se cerraron ante un ejército lleno de esperanzas y temores, y se abrieron solo para la retirada humillante”.