Eutiquiano, nuevo Papa en Roma: transición eclesiástica en el siglo III

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El 4 de enero del año 275, Eutiquiano fue elegido como Papa en Roma tras la muerte de Félix I. En medio de un imperio cambiante y una Iglesia Católica en formación, su liderazgo ofreció estabilidad, visión pastoral y una integración profunda entre fe y vida cotidiana. Descubre el impacto de su nombramiento, los desafíos del catolicismo en el siglo III, y cómo su liderazgo marcó una etapa clave en la consolidación de la Iglesia Católica.

Por: Carlos Ali Rodriguez | Publicado: 05 Ago 2025

Eutiquiano sucede a Félix I como Papa en Roma

Roma en el siglo III: un imperio en transformación

En el año 275, Roma era un epicentro de tensiones políticas, transiciones imperiales y desafíos religiosos. Tras la muerte del emperador Aureliano, el imperio experimentaba una pausa en las persecuciones religiosas que habían afectado a los cristianos durante décadas. Esta tregua, aunque incierta, ofrecía a la Iglesia una oportunidad para reorganizarse y fortalecer su estructura interna. En este contexto, la figura del Papa comenzaba a consolidarse como símbolo de unidad espiritual y autoridad doctrinal.

La muerte de Félix I, quien había ejercido el papado desde el año 269, dejó un vacío en el liderazgo eclesiástico. Su legado como defensor de la ortodoxia cristiana y promotor de la doctrina trinitaria fue significativo, pero su partida exigía una sucesión rápida y firme.

La elección de Eutiquiano

El 4 de enero del año 275, Eutiquiano fue elegido como el 27º Papa de la Iglesia Católica. Eutiquiano, originario de Luni (Italia) en la región de Liguria, era conocido por su compromiso pastoral y su cercanía con las comunidades cristianas. Su elección fue vista como una decisión estratégica, una señal de estabilidad en tiempos de transición: representaba continuidad con la línea doctrinal de Félix I, pero también ofrecía una visión renovada para enfrentar los desafíos del momento.

Aunque algunos registros antiguos como el Liber Pontificalis y estudios como los de Johann Peter Kirsch en The Catholic Encyclopedia sugieren que su elección fue rápida, también se destaca que fue resultado de un consenso entre los clérigos romanos que buscaban un líder con carácter firme y visión pastoral.

La elección de Eutiquiano tuvo lugar en Roma, ciudad que no solo era la capital del imperio, sino también el centro espiritual emergente del cristianismo católico. Las catacumbas, los templos y las casas de oración clandestinas eran testigos silenciosos de una fe que se expandía a pesar de las restricciones.

Eutiquiano fue enterrado en las Catacumbas de San Calixto, lugar que más tarde revelaría fragmentos de su epitafio en griego: “EUTYCHIANOS EPIS(KOPOS)”. Este hallazgo arqueológico confirma su papel como obispo de Roma y su relevancia en la historia eclesiástica.

Un papado en tiempos de tregua

Contrario a lo que algunos martirologios antiguos afirmaban, Eutiquiano no murió como mártir. Según investigaciones modernas, como las publicadas por la Enciclopedia Católica y el historiador Louis Duchesne, su pontificado se desarrolló en un período de relativa paz para los cristianos, gracias a la suspensión de persecuciones tras la muerte de Aureliano.

Este contexto permitió que Eutiquiano se enfocara en fortalecer la estructura interna de la Iglesia Católica. Se le atribuye la práctica de enterrar a los mártires con la “dalmática”, una vestidura imperial que luego sería adoptada por los diáconos en ceremonias solemnes. Esta decisión no solo tenía un valor simbólico, sino que elevaba el respeto por quienes habían dado su vida por la fe.

Innovaciones litúrgicas y pastorales

Entre las contribuciones atribuidas a Eutiquiano está la bendición de la recolección de los campos, una práctica que vinculaba la vida espiritual con la cotidianidad agrícola del pueblo cristiano. La bendición de los campos no solo tenía un valor litúrgico, sino también social: promovía la gratitud, la dependencia de la providencia divina y el sentido comunitario en las labores agrícolas. Aunque algunos estudiosos como De Rossi y Kirsch consideran que esta tradición pudo haber sido posterior, su asociación con Eutiquiano refleja el deseo de integrar la fe en todos los aspectos de la vida.

Además, se le reconocen cartas y documentos que ayudaron a clarificar doctrinas cristianas, especialmente en un momento donde las interpretaciones divergentes comenzaban a surgir. Su liderazgo fue clave para mantener la unidad doctrinal y pastoral.

Legado y memórias de Eutiquiano

Eutiquiano gobernó la Iglesia hasta el 7 de diciembre del año 283. Su pontificado, aunque no marcado por grandes controversias, fue esencial para consolidar la figura del Papa como líder espiritual en tiempos de paz. Fue enterrado en las Catacumbas de San Calixto, lugar sagrado para los cristianos de la época. En el siglo XIX, fragmentos de su epitafio en griego fueron descubiertos en ese sitio, confirmando su papel como obispo de Roma.

Posteriormente, en 1659, sus reliquias fueron trasladadas a Sarzana, en Lunigiana, por disposición del cardenal Felipe Casoni. Este gesto reafirma el respeto que se le tuvo siglos después y su vínculo con la región de origen.

Aunque el martirologio romano lo incluye entre los mártires, investigaciones modernas han demostrado que Eutiquiano no murió como tal. Su pontificado se desarrolló en un período libre de persecuciones, lo que le permitió enfocarse en el fortalecimiento interno de la Iglesia y en la promoción de prácticas litúrgicas que perdurarían por generaciones.

La elección de Eutiquiano como Papa el 4 de enero del año 275 fue un evento clave en la historia del cristianismo. En medio de un imperio cambiante y una Iglesia en formación, su liderazgo ofreció estabilidad, visión pastoral y una integración profunda entre fe y vida cotidiana. Su legado, aunque discreto en comparación con otros pontífices, dejó huellas duraderas en la liturgia, la memoria cristiana y la consolidación del papado como institución espiritual.

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